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La vuelta de Van el terrible
El músico irlandés ofrece tres conciertos en los que repasará los temas de sus últimos discos
Van Morrison es un animal de carretera. A punto de cumplir 60 años, el otrora rugiente «león de Belfast» visita España con el genio más templado y sereno. Ver para creer
28-01-2005
La Razón,Alberto Bravo
Qué difícil es acercarse a la inmensa figura de Van Morrison, uno de los tipos más inaccesibles que haya dado la industria. Huraño, caprichoso, melómano, divagador, furioso, estudioso, impulsivo, rencoroso, maestro, incorruptible… Todo esto, y mucho más, cabe en la garganta y en el corazón de uno de los grandes genios de la música popular, que vuelve a España para ofrecer tres recitales.
Al igual que su idolatrado Bob Dylan, el «león de Belfast» posee un desmedido amor por la carretera y lleva décadas dando conciertos de forma casi ininterrumpida. España es uno de los lugares donde los «fans» aseguran el lleno a pesar del prohibitivo precio de las entradas, bastante por encima de los 60 euros.
Aquí podremos asistir a una versión del Morrison más relajado, el de los últimos discos, cuyos temas centran el 80 por ciento del repertorio en vivo. Si se está de acuerdo con los que afirman que sus trabajos más recientes están lejos de joyas pretéritas como «Astral weeks», «Moondance» o «Hymns to the silence», quien se acerque a su recital obtendrá una dosis del «rythm’n’blues» más relajado, casi rebajado, se podría pensar. Ese es el común denominador de obras como «You win again», «Down the road» o «What’s wrong in this picture».
garganta inmarchitable
Los actuales «shows» de Morrison pueden tener de todo excepto carga de nostalgia. El irlandés parece aburrido de su pasado, quizá, o a lo mejor es que odia dar a sus admiradores lo que ellos quieren, algo muy típico de él. Por eso, es difícil que recupere alguno de esos temas que arrebataron el alma de muchos buscadores de emociones en aquellos increíbles discos con la Caledonia Soul Orchestra. No suele faltar «Gloria» en los cierres del concierto, y puede que añada el dylaniano «It’s all over now, Baby Blue».
La banda que ahora lleva Morrison, sometida siempre a constantes cambios, es bien diferente a la Caledonia o, sin ir más lejos, a la que aguantó con él hasta hace seis años más o menos, con artistas tan brillantes como Georgie Fame, Pee Wee Ellis y demás. Si acaso, se rescata la presencia del brutal bajo de David Hayes. El resto, tipos más o menos desconocidos, salvo la presencia de Matt Holland a la trompeta, el miembro más antiguo de su actual banda.
Lo que sí parece inmarchitable es la garganta que aún maneja Morrison a siete meses de cumplir 60 años. Parece casi sobrenatural que este hombre siga alcanzando registros tan altos y fraseos tan hermosos, casi siempre por encima de unas composiciones un tanto rutinarias, sobre todo, las últimas. Igualmente, Morrison sigue gastando mal humor y escasos modales. Excelentes detalles de la vida, obra y carácter del irlandés se ofrecen en la reciente biografía llamada «Viaje a Caledonia» (editorial Espiral), de Isabel y Miguel López, un libro imprescindible para quienes alguna vez hayan sufrido problemas de corazón escuchando canciones como «Madame George» o «Not feeling anymore».
Morrison sigue sin tener problemas en abroncar delante del micrófono a un músico. Tampoco le entran picores al mostrar a la audiencia un reloj situado a la izquierda del escenario del que se van descontando los minutos a partir del 90; cuando llega a cero, todo se acabó. Pero, en cualquier caso, el músico irlandés parece más relajado y ahora es fácil verle sonreír. Apenas quedan rastros de aquellos desarrollos larguísimos en los que Morrison se entregaba a una meditación trascendental en busca del maná, de la inspiración divina. Eran los años de «Cypress Avenue», de «Caravan», de «Summertime in England», de decenas de momentos y conciertos, como aquel que ofreció en Madrid en 1996. Quién sabe si aquellos tiempos volverán. Quizá mañana, quizá el próximo año, quizá nunca.
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