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Bilbao, June 2 2017
Music Legends Festival
Set list
- Too Late
- Moondance
- The New Symphony Sid (Lester Young) (con Georgie Fame)
- Sack O' Woe (Cannonball Adderley) (con Georgie Fame)
- Vanlose Stairway (con Georgie Fame)
- Have I Told You Lately
- Sometimes We Cry
- Playhouse
- Bring It On Home to Me (Sam Cooke) (con Imelda May)
- Baby Please Don't Go / Parchman Farm / Don't Start Cryin' Now (Big Joe Williams)
- Whenever God Shines His Light
- Carrying a Torch
- Days Like This
- Precious Time
- Someone Like You
- All Work and No Play
- In the Midnight
- Think Twice Before You Go (John Lee Hooker)
- Wild Night
- Brown Eyed Girl
- Gloria
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© Fotos: Ana Hortelano |
Review:
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Van Morrison: A la intemperie y en la gloria
Caían unos 300 litros de agua por metro cuadrado cuando Georgie Fame lanza un par de guiños a Van Morrison (el siguiente en la lista de actuaciones) desde el escenario: "In the days before rock and roll" y un fraseo de órgano inconfundible, el código genético del monstruo de Belfast. El BBK Legend Music Fest se acercaba a su plato fuerte, el pasado viernes 2 de junio, en un espacio abierto junto a Sondika, Bilbao, y llovía de forma descabellada tras varios meses de chirimiris anémicos. Fame había quitado hierro al asunto cuando el recuerdo del Titanic ganaba espacio en las cabezas al mismo ritmo que se calaban los huesos ("si es sólo agua, sólo agua"), pero la fe de los más de 3.000 seguidores que llenaban el recinto de waterpolo hacía pensar que esa lluvia podría ser purificadora, como en muchas de sus canciones, y un preludio del milagro.
Acaba Fame y salen varios pipas a cubrir con plásticos algunos aparatos en el escenario. Parece que un efecto Donald Trump ha contaminado la siempre dudosa estética del irlandés. Los micros, la batería, la Steel guitar y varios dispositivos lucían un dorado chillón de pantone zanahoria. Van Morrison Irrumpe con puntualidad desde la zona izquierda bajo los acordes de Too Late, el único tema que interpretó del último disco (Keep Me Singing). Suena potente, con corrientes de soul pujantes y sonido impecable, salvo alguna deriva en los bajos. La voz está al cien por cien y sopla el saxo con ganas. Esa conjunción sonora se basta y se sobra para que la lluvia se corte de pronto. De la galerna a no caer una gota en sólo tres minutos. Ya sólo cabe preocuparse de la música. El único líquido que empapa en lo sucesivo son las emociones que desgrana canción a canción, con arreglos muy sutiles y renovaciones completas de viejos temas cuya edad media supera los 35 años fácilmente: un repertorio de grandes clásicos para contentar a casi todos.
Sigue con Moondance, sin soltar el saxo, y construyen una versión sumamente vital, cercana, con su lado alegre al desnudo. Entonces reaparece Georgie Fame, con alabanzas de Van, y abordan a lomos de su órgano New Simphony Syd y Sack O,Woe, ambas con swing bajo la piel, combativas, casi febriles. Amaga Fame con marcharse al primer bar que encuentre y Morrison le para los pies: "Otra, tío, ¿dónde vas?". No se resiste casi nada y la fuerza mostrada en esos compases iniciales se confirma plenamente con Vanlose Stairway, bastante tiempo ausente de los repertorios. Surge con una luz abrasadora. Sopla y sopla y resopla la armónica Van Morrison, hasta exprimir los sentimientos encerrados en una canción que siempre sorprende. Van the Man y Georgie Fame, juntos de nuevo, milagro. Sube y sube y sube el clímax cuando explota el mantra legendario: "Kilroy was here, Kilroy was here, Kilroy Was Here!!!!!" (Kilroy estuvo aquí). Cabe ahora un pequeño apunte histórico para comprender ese momento. El origen de la expresión "Kilroy was here" está en la II Guerra Mundial, cuando esa frase comenzó a aparecer por todos los sitios donde pasaban las tropas estadounidenses, en miles de paredes de Europa. Al finalizar la contienda, un programa de radio montó un concurso para resolver el misterio del ubicuo "Kilroy was here". Al cabo de un tiempo se descubrió la existencia de un tipo llamado James J. Kilroy, del estado de Massachussets, que había sido inspector naval. Su cometido era comprobar los agujeros que habían sido remachados por los trabajadores en cada turno. Para prevenir dobles recuentos de empleados deshonestos, y también para controlar a sus supervisores, se le ocurrió escribir "Kilroy was here" en el interior de los cascos de los barcos en los astilleros. Usaba una pintura amarilla, fácilmente visible, que permitía a los inspectores durante el cambio de turno controlar el trabajo de cada persona. Estos barcos llevaron a tropas hacia el frente de batalla y, de forma aún no aclarada, los soldados empezaron a escribir la frase con graffiti en todas partes. Las tropas pronto empezaron a competir para dejar antes que nadie esa huella, que todavía sigue presente en lugares insospechados. Una leyenda afluente dice Hitler se obsesionó con este intrépido personaje y temió que se tratara de un espía que burlaba cualquier control de seguridad; otra más afirma que durante la Conferencia de Potsdam, en 1945, Stalin se interesó ante Roosvelt y Churchill por la identidad de aquel extraordinario Kilroy.
Fin de la historia y fin de la presencia de Georgie Fame. Llega un cierto bajonazo con Have I Told You Lately (que se asoma peligrosamente a la pachanga) y Sometimes We Cry, correctas, pero con un pulso más frío que las cotas alcanzadas. Vuelve la potencia con un bluesero Playhouse, para lucimiento del guitarrista y de la base rítmica.
En plena celebración con aplausos sale al escenario otra sorpresa: Imelda May. Es el momento culminante de la velada. La irlandesa y el irlandés se enredan con un Bring it On Home To Me, de Sam Cooke, descomunal. Ambos improvisan, se retan, se respetan y edifican juntos una catedral de armonías. No hay nostalgia en ningún momento, sino entrega común a una misma causa musical. Ambos se miran con arrobo y rescatan el espíritu genuino de una melodía que define un género más vivo que nunca.
No baja mucho el tono cuando suenan los primeros acordes de Baby Please Don´t Go en medley con Parchman Farm, pero se cierra el bloque con Don´t Start Crying Now más Whenever God Shines his Light on Me. Para entonces, las cumbres alcanzadas quedan algo lejos y comienza un suave descenso que encandena Carrying a Torch (más que buena gracias a las artes de Paul Moran) y un espléndido Days Like This, con un arreglo de guitarra española muy delicado. El sonido fantástico permite disfrutar de esos arpegios que renuevan el éxito de los años noventa, con la voz de terciopleo acariciando el recuerdo de su madre, fallecida hace exactamente hace un año y un día.
Precious Time (el tiempo, la gran materia prima en la obra de Morrison), Someone Like You y All Work, No Play mantienen el listón, pero en esta última Van se lo pasa en grande y juega con caídas de hombros para subrayar el estribillo juguetón. Se le escapa una risa abierta que contagia a los músicos en un sabor festivo total. Es la hora de In The Midnight. Parece atisbarse el arrebato místico, la cabalgada de Van Morrison hacia el silencio abismal, el espejo de todas las verdades que muchos han venido a buscar aquí, a la intemperie de una noche húmeda. Parece que va a iniciar ese camino hacia los cielos, pero algo se cruza por su mente y decide acabar de forma abrupta lo que podría haber sido y no fue. A falta de It´s All in the Game, casi infalible para subir en ascensor a los cielos, la velada se queda en ese conato de trascendencia que no pasa de espléndida ejecución a cargo de profesionales de primerísima fila. La mística queda para otros sueños venideros, no para hoy.
Think Twice Before you Go y luego un Wild Night muy especial, con contención extrema, soulera, golfa, de fin de semana, ponen la proa hacia Brown Eyed Girl, el pistoletazo de salida hacia los estertores del concierto.
Llega la Gloria final con la sensación de haber recorrido muchos caminos en los noventa minutos clavados de música. El punto final es realmente gordo: dura un cuarto de hora largo, con Van fuera del radio de acción, quien lanza unas últimas palabras que causan asombro entre los más viejos del lugar: "Muchas gracias". ¿Será verdad que está envejeciendo a sus 71 años?
Los siete músicos que acompañan al irlandés tienen tiempo de sobra para lucirse, bajo un clima generalizado de veneración por lo visto y oído. Queda sobre el ambiente una nube de belleza, de música sanadora que sabe a la misma Gloria que acaba de sonar. Ese trayecto desde la intemperie a la Gloria se llama Van Morrison.
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