Faltaron garras
02-03-2005
Arturo García, Diario Vasco
No tiró ciertamente Van Morrison la casa por la ventana en el recital del lunes que suponía su debut en la capital vizcaína. El irlandes iracundo que ya se ha hecho casi habitual tanto en Gazteiz como en Donostia, parecía remiso a dejarse caer por Bilbao. La expectación era máxima, como acostumbra a ocurrir cuando un mito de las dimensiones de Morrison se presenta ante un público virgen ansioso por catar la visceralidad de su tratamiento de choque a los géneros y los registros de una garganta privilegiada como la del cantante de Belfast.
Al frente de un demasiado rígido y profesional sexteto de músicos, Morrison fue fiel a su fama de puntual y críptico pero no a la de su actitud imprevisible en escena. El concierto resultó previsible de principio a fin, tendente a la rutina en unas proporciones muy superiores a sus últimas visitas a los festivales de jazz donostiarra y vitoriano.
Como otras vacas sagradas, caso de Dylan o Lou Reed, Morrison cuenta entre sus aciertos una certera capacidad para metamorfosear sus viejas canciones y dotarlas de contemporaneidad: en este tramo de su andadura, ya van para diez años los que el músico se mueve a gusto entre el swing, el rhythm & blues y el jazz escolástico de los pioneros, de Louis Jordan o Cab Calloway a Duke Ellington, pero sin olvidar adentrarse en el be bop a lo Miles Davis, como hizo con su célebre Moondance en el ecuador del recital.
La base de los arreglos cabalga la sonoridad de su directo en el Ronnie Scott de 1995 How Long Has This Been Going On?, de cuya grabación también rescató Sack O' Woe y el mencionado Moondance, las tres tal y como las pergeña desde entonces, un esquema sonoro que el artista adoptó tras su anterior acercamiento a un blues más ortodoxo y antes al soul y el folk tradicional.
Primó siempre la contención de músicos y fans, que siguieron la velada con reverencial silencio salvo en los pasajes más populares que el músico reservó para el tramo final, una ristra trenzada con Brown eyed girl, Jackie Wilson said, Bright Side of the road y Gloria, cuatro clásicos capaces por sí solos de minar cualquier resistencia y desarmar la mirada crítica más estricta.
Morrison da muestras de estar apurando esta etapa jazzera en la que lleva inmerso una década, los temas se suceden sin mordacidad y, pese a mantener su magnetismo innegable, su garganta ha atemperado registros y ruge menos de lo que su público ansía tras desembolsar 60 euros.
Aunque conserva sus clásicas llamadas-respuesta entre instrumentos y voces -saxo-trompeta- hammond-, Morrison permite a sus músicos actuales muchas menos licencias que a sus inolvidables colaboradores de un pasado reciente, como los saxos Pee Wee Ellis, Candy Dulfer y Kate St. John, el teclista Georgie Fame o el vocalista Brian Kennedy, con lo que el show pierde vistosidad en lo que atañe a riqueza de contrastes y cruce de pareceres. Morrison opta hoy por aparcar ese virtuosismo en favor de una seguridad, sin duda eficaz, pero de menor brillo instrumental.
Morrison abusó de la pulcritud de registros al suave trote del swing que aplica tanto para voltear baladas como Have i told you lately como a piezas recientes como Back on top, que suenan como primas hermanas filtradas por el R&B standard. Faltó algo de la magia que en él acostumbra y algún que otro conejo en la chistera que a buen seguro no tardará en ofrecer, capaz de rellenar el formulario una noche y bordarlo al día siguiente sin que medie nada, salvo ese temperamento cambiante privilegio sólo al alcance de los genios. Paciencia.
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